#En200Palabras:
Todas las miradas eran para el diez. Su juego marcaba la diferencia. James Rodríguez, a sus 15 años, disputaba un partido en la cancha de El Dorado, en Envigado, por el campeonato de la Liga Antioqueña de Fútbol.
La diferencia de juego entre los dos oncenos era enorme, pero James era quien se destacaba en su equipo, el Envigado F.C., por el manejo de balón, los pases entrelíneas y la capacidad de improvisación.
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Terminó el primer tiempo y hablé con él. Le sugerí que rematara cuando estuviera de frente a la portería. Tuvo dos opciones de gol y las desaprovechó.
-“Andrés, usted sabe que me gusta más son ponerlos”, me dijo.
-“Pero hay que pegarle y vos con esa excelente zurda…”, le repetí.
Iniciando el segundo tiempo, acomodó con el pecho el balón y remató con la pierna izquierda. ¡Golazo!
James corrió hasta donde yo estaba y me lo dedicó. Me dio la mano y se la acepté, aunque “me puse serio”. Yo era el árbitro del partido.
La anotación fue similar a la que, años después, le marcó a Uruguay en los octavos de final del mundial de Brasil 2014 y que la Fifa reconoció como el mejor gol.
Foto: © Getty Images.