#En200Palabras:
Aquel día, después de un largo juego con mi coneja Azucena en el parque, regresé a mi casa. Tomé la decisión de bajar por Catafora, una de las populares calles inclinadas de Fredonia, y vi caminar a un señor forastero, medio canoso y con bigote poblado.
Días después lo vi en la televisión y entrevistaba a personajes de la vida nacional. Se trataba de German Castro Caycedo, quien, por aquella época, caminaba las calles del municipio en búsqueda de información para su obra La Bruja.
Con el tiempo, sus libros fueron lecturas obligadas en los colegios y universidades.
Colombia amarga, Perdido en el Amazonas, Mi alma se la dejo al diablo, El Hueco y, por supuesto, La Bruja, fueron algunos de esos textos a los cuales me aferraba como precario lector. No se trataba de ficción, era la presentación de realidades sociales, políticas y económicas del país.
Sus reportajes, sus crónicas y sus entrevistas me cautivaron e hicieron que yo, desde la preadolescencia, explorara el mundo del periodismo a través del juego. Ahorré para comprarme una grabadora, una caja de casetes y un par de baterías para poder entrevistar a quien se me cruzara en el camino.
Muchos de mi generación (estudiantes de periodismo) queríamos investigar y escribir como él. Sencillamente, nos inspiró. Gracias, ¡maestro!