La identidad son aquellos rasgos que distinguen a una persona de otra. También aplica para colectivos, los cuales permiten diferenciar grupos y organizaciones.
Diferencias que parten del ser y de las características que constituyen al individuo, desde la procedencia, la creencia, el contexto social y la familia, entre otras. Esto soporta las diversas variables que conforman una verdadera identidad.
Por tanto, la identidad docente configura atributos del ser, pero sin dejar a un lado las situaciones que conllevan a una reconstrucción de la profesión como vocación.
Además, como lo dicen Muñoz y Arvayo (2015), la identidad docente “se concibe como la definición que el docente hace de sí mismo y a la vez, de su grupo profesional, que se extiende desde y hacia sus experiencias personales y sociales en contextos específicos de desarrollo”.
“En los argumentos teóricos que sustentan los estudios sobre identidad docente destaca un énfasis social y cultural” (Madueño-Serrano, 2014).
Sin embargo, no solo lo social y lo cultural, también los factores como la violencia y los económicos, son variables que, del mismo modo, influyen en la identidad, la cual se evidencia en la práctica del docente y que influye en la construcción del ser aplicada a la profesión.
Esta reconfiguración permanente hace que el docente esté dispuesto al cambio, a la evolución de los conceptos, a la utilización de las herramientas tecnológicas y a la apertura de las nuevas narrativas de contexto, las cuales los estudiantes utilizan en su día a día.
Sin duda alguna, esto exige a los profesores enfrentar nuevos retos. El tiempo y los espacios cada vez son más reducidos para adaptarse y, desde múltiples enfoques, modificar estratégicamente las metodologías y lo contenidos de enseñanza, con actividades acordes a la realidad de los estudiantes.
Estos cambios de mentalidad son normales y deben existir, con el propósito de identificar situaciones para la reflexión, la argumentación y la criticidad, que sean útiles y de valor tanto para los estudiantes como para los profesores fuera del aula.
“Entonces se reconoce a la construcción de una identidad docente como un camino necesario de recorrer” (Matus, 2013).
Asimismo, Matus (2013) menciona la existencia de “una nueva identidad, cuya motivación sea la búsqueda de la autonomía que permita el desarrollo de prácticas reflexivas, críticas y transformadoras, necesarias para el logro de aprendizajes de calidad verdaderos”.
No obstante, la experiencia es el pilar fundamental para explicar la construcción permanente de la identidad docente, sin olvidar la responsabilidad y el compromiso ético, tal y como lo mencionan Muñoz y Arvayo (2015), “el principal escenario para la construcción de la identidad docente es la experiencia, pues eleva el compromiso con la docencia y reafirma y consolida al docente como formador, en tanto inciden en su sentido de pertenencia y pertinencia”.
Bibliografía
- Madueño-Serrano, M. (2014). La construcción de la identidad docente: Un análisis desde la práctica del profesor universitario. Tesis Doctorado Interinstitucional en Educación. Tlaquepaque, México: Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente.
- Matus, L. G. (2013). La construcción de una identidad docente, ¿un desafío para política educativa). Exitus, 75-87.
- Muñoz, F., y Arvayo, K. (2015). Identidad profesional docente: ¿qué significa ser profesor? European Scientific Journal, 95-110.
- Santamaría-Cárdaba, N., Torrego, L., y Ortiz, R. (2018). Identidad profesional docente y Movimientos de Renovación Pedagógica. Miscelánea, 177-192.