#En200Palabras:
En alguna oportunidad, cuando recolectaba información para un trabajo académico de mi maestría en comunicación, conocí a doña Orlinda Mesa, quien, mientras caminábamos en las afueras del Museo Casa de la Memoria, en Medellín, me contó aquellas historias desgarradoras que le dejó el conflicto armado de Colombia.
Doña Orlinda recordó a su hijo Andrés Felipe, de 18 años, quien fue asesinado en un presunto combate en Segovia, Antioquia, en 2007, y presentado como uno de los principales guerrilleros que acechaban la región.
El muchacho fue engañado. Un amigo le manifestó que en una finca estaban necesitando trabajadores. Él, de inmediato, se fue en búsqueda de oportunidades.
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“¡Mire aquí!”, exclamó doña Orlinda y me indicó que allí, en el jardín del museo, estaba el nombre de su hijo. Se arrodilló, miró al cielo y, después, sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió la placa conmemorativa.
“El ejército nunca reconoció el asesinato. El número de munición gastada en el supuesto combate nunca fue reportado”, agregó con resignación.
En 2011, cuando se cumplían los cuatro años de ocurridos los hechos, le entregaron los restos de su hijo. Sin embargo, fueron años de investigación para demostrar que se trató de un ‘falso positivo’.