En el momento de indagar sobre los antecedentes de la comunicación transmedia aplicada en las organizaciones de carácter público, surgieron preguntas sobre el diseño e implementación de estrategias diferentes a la no ficción, puesto que la mayoría de estudios, investigaciones y prácticas encontradas están encaminadas a los relatos de ficción.
Es fundamental aclarar que la búsqueda de antecedentes se centra en la producción de mensajes propios para cada plataforma, con sus lenguajes y sus públicos, con el fin de que éstos sean independientes pero conlleven a una integralidad que permita la participación de la ciudadanía activamente y, a su vez, que se involucren en cada una de las historias.
En la búsqueda de estudios, investigaciones o artículos referentes al vínculo entre la transmedia y la gestión de la comunicación en las organizaciones públicas, se encontró la publicación La comunicación pública como espectáculo: relatos de la Argentina del siglo XXI. En su primer capítulo, el cual lleva el mismo nombre, Amado (2015) llama la atención por la existencia de dispersión en el mensaje, desde la saturación de los mismos que gestionan las organizaciones públicas, sin ofrecer al ciudadano la posibilidad de elegir los contenidos por demanda (los consumo cuando yo quiera y en el momento que desee), “que invita al usuario a apropiarse de los contenidos, compartirlos, comentarlos, verlos a su gusto y desafiarlos” (p. 13).
Además, agrega la importancia del manejo estratégico de la comunicación en las organizaciones para la optimización de los recursos humanos y técnicos, evitar reprocesos y gastos innecesarios, como ejercicio de transparencia y de autocontrol.
Como los medios masivos están perdiendo irreversiblemente su poder prescriptivo para conseguir mínimos efectos, es necesario multiplicar los mensajes en más de una plataforma, lo que se hace o bien manejando estratégicamente la comunicación para ajustar su llegada, o gastando dinero público sin límite para lograr cada vez más pobres resultados. (Amado, 2015, p.14)
Amado también comenta que “la política se sometió a la narrativa mediática en su desesperación por seducir” (2015, p. 4). Además, precisa que la aplicación de mensajes publicitarios en las organizaciones públicas no es nueva, pero que era novedoso hacia mediados del siglo XX, cuya popularidad se logró por esa búsqueda y deseo de movilizar al ciudadano, desde lo emocional, a través de relatos que acerquen a las diversas audiencias.
“El desplazamiento de lo racional por este giro emotivo es lo que resultó amenazador a los teóricos de la política que partían del principio de publicidad que Habermas derivada del debate racional de ideas del siglo XIX” (Amado, 2015, p. 73).
No solo hace mención a Habermas para conceptualizar el debate entre lo público y los medios, también lo hace con Castells (2012) para referirse a las transformaciones de los entornos por parte de los medios de comunicaciones que modifican la relación entre la producción y el poder.
En el momento en que la comunicación remite a un hipertexto global, dice Castells, que permite “la construcción de la autonomía del actor, ya sea individual o colectivo, frente a las instituciones de la sociedad”, carece de sustento seguir planteando que la comunicación es una batalla por la imposición de sentido, cómo justifican los que vieron en la idea del Estado comunicador un contrapeso a las industrias culturales globales. En épocas de sociedad en red, “comunicar es compartir significados mediante el intercambio de información”. (Castells, 2012, p. 23)
Para la argumentación de los casos argentinos estudiados, (Amado, 2015) se apoya en la diferencia conceptual entre multimedia y la transmedia. Menciona que existe un afán de los gobiernos por transmitir contenidos en todas las pantallas posibles, fenómeno que es propio de la multimedia, donde la estrategia es difundir el mismo mensaje al ciudadano y que éste solo lo reciba, sin tener una retroalimentación para medir los cumplimientos de los objetivos.
Esto se observa en la intención de reproducir en pantallas simultáneamente imágenes y videos con mensajes institucionales. Contrariamente al espíritu transmedia, que permite la apropiación y resignificación del contenido por parte del usuario, el multimedia busca la redundancia en múltiples canales de un mismo mensaje, en la pretensión de que sea recibido con la mayor fidelidad posible.
Continuando con la búsqueda, se encontró el libro Producciones transmedia de no ficción, donde se recopilan análisis, experiencias y herramientas tecnológicas que relacionan los conceptos de las narrativas transmedia con las prácticas existentes en gran parte de Hispanoamérica.
En este documento se muestran “una serie de experiencias diversas en el campo de las narrativas transmedia aplicadas al periodismo, el documental y los géneros híbridos que recuperan discursos testimoniales e históricos agregando –por qué no- personajes y acciones ficticias” (Irigaray y Lovato, 2015, p 9).