El valor de equivocarnos: lo que nos diferencia de las máquinas

A modo de reflexión.

Andrés Esteban Marín-Marín
Por Andrés Esteban Marín-Marín 5 lectura mínima

En un entorno dominado por la precisión de las máquinas, la equivocación humana se percibe como un defecto que debe evitarse a toda costa. Los algoritmos no se equivocan, y cuando lo hacen, se optimizan. En contraste, la naturaleza humana es imperfecta, y en esa imperfección radica su esencia. Sin embargo, vivimos en una cultura que penaliza los errores, dejando poco espacio para aprender de ellos, justo cuando más necesitamos errar para comprender la complejidad de nuestras realidades.

Equivocarse es humanizarse

La capacidad de equivocarnos es una de las experiencias más profundamente humanas. Al cometer errores, no solo aprendemos, sino que también nos conectamos con nuestra vulnerabilidad y la de los demás. Reconocer y aceptar los errores abre la puerta a la empatía, la creatividad y la innovación, cualidades que ninguna máquina puede replicar genuinamente.

Las máquinas son excelentes ejecutando tareas predefinidas con eficiencia, pero carecen de la capacidad de experimentar duda, adaptarse a lo inesperado o reflexionar sobre el significado de sus acciones. Equivocarse nos permite cuestionar, ajustar y reorientar nuestros caminos, atributos que son esenciales en un mundo en constante cambio.

La cultura del perfeccionismo

En la sociedad contemporánea, equivocarse está estigmatizado. Desde la educación hasta los entornos laborales, se nos enseña a evitar los errores, asociándolos con la incompetencia o el fracaso. Esto ha creado un sistema donde las personas actúan más por miedo a equivocarse que por la búsqueda genuina de soluciones creativas o significativas.

Hoy, este miedo se ve amplificado por la competencia implícita con las máquinas. En un esfuerzo por emular su perfección, las personas tienden a priorizar la velocidad y la precisión sobre la reflexión y la comprensión. Esto erosiona nuestra humanidad y limita el potencial para resolver problemas complejos que requieren un enfoque más holístico.

Un espacio para el error humano

En un mundo mediado por las máquinas, es urgente crear espacios donde las personas puedan equivocarse sin miedo. Estos espacios deben ser escenarios que fomenten el aprendizaje, la exploración y la colaboración. Equivocarse no significa fallar, es estar comprometido con el proceso de descubrimiento.

Es esencial redefinir el éxito no como la ausencia de errores, sino como la capacidad de aprender de ellos. Esto implica dejar a un lado la creencia de que siempre debemos competir con las máquinas o demostrar que somos infalibles. En lugar de eso, debemos enfocarnos en lo que nos hace únicos: nuestra capacidad de crear significado, de adaptarnos y de encontrar soluciones que trascienden la lógica binaria de los sistemas computacionales.

El riesgo de hacer por hacer

La prisa por “hacer por hacer” es otra trampa que nos aleja de nuestra humanidad. En lugar de actuar con intención y propósito, muchas personas se ven atrapadas en un ciclo de productividad mecánica, donde la calidad y el significado se sacrifican en nombre de la eficiencia.

Las máquinas existen para cumplir tareas, pero los seres humanos necesitamos algo más: comprender el porqué de nuestras acciones. Cuando hacemos las cosas simplemente para cumplir, sin margen para la reflexión o el error, nos deshumanizamos. En cambio, cuando nos permitimos equivocarnos, abrazamos la posibilidad de redescubrir el sentido y la dirección de nuestras vidas.

Llamado a la reflexión

La humanidad no debe competir con las máquinas ni buscar igualarlas en eficiencia. En cambio, debemos enfocarnos en lo que estas no pueden hacer por ahora: reflexionar, imaginar y empatizar. Necesitamos reivindicar el derecho a equivocarnos como un acto de resistencia frente a una cultura que idolatra la perfección y la productividad.

Equivocarse es una afirmación de nuestra humanidad. Es un recordatorio de que somos seres imperfectos, pero profundamente capaces de aprender, crecer y encontrar significado en nuestras experiencias. En un mundo mediado por máquinas, permitirnos equivocarnos es más que necesario, es esencial para preservar lo que nos hace humanos.

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Periodista, especialista en Gerencia de la Comunicación con Sistemas de Información, magíster en Comunicación, maestrando en Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina), exárbitro de fútbol, Líder Catalizador de la Innovación y profe universitario.
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