#En200Palabras:
En una silenciosa mañana de domingo, la noticia del fallecimiento del profe Víctor Luna, exjugador y destacado entrenador de fútbol, resonó como un eco amargo en el corazón de quienes compartimos con él momentos inolvidables. Tuve el privilegio de conocerlo, de compartir camerinos y entrenamientos cuando, en 2007, asumí la jefatura de prensa y comunicaciones del DIM, siendo él su director técnico.
El destino, caprichoso y doloroso, me sorprendió. Tan solo unos días antes, lo había recordado ante mis compañeros de trabajo. Entre las anécdotas, destacaba su visión única del fútbol.
Como estratega, proponía innovaciones que enfrentaban la pureza del juego, a veces incomprensibles para muchos. Recuerdo su habilidad para «hacerme sufrir» al cambiar la alineación minutos antes del pitazo inicial, desafiando los protocolos establecidos.
Más allá de su enfoque técnico, el profe era un ser excepcional. Abierto a discutir no solo sobre fútbol, sino también sobre la vida. Su trato paternal hacia los jugadores y su énfasis en la educación demostraban su humanidad.
Guardo con cariño el recuerdo de un partido en la Unidad Deportiva de Belén, donde él dirigía al seleccionado de la Alcaldía de Medellín. Antes del juego, su abrazo fue fuerte, pero tras mi expulsión con la Acord Antioquia, su cantaleta estalló con complicidad.
Paz en la tumba del profe Víctor Luna, cuya luz seguirá brillando en la esencia misma del deporte que amó.