#En200Palabras:
El partido de fútbol de salón se jugaría en el descanso.
El profesor nos dejó salir antes.
Nos cambiamos y llegamos al coliseo.
Era una confrontación entre octavos en los interclases.
El balón rodó y las graderías a reventar.
En los primeros toques, todo era tensión.
Cometí un par de faltas.
Rápidamente bebí un sorbo de un hidratante.
En una triangulación, un contrario me barrió.
Por la inercia volé.
“Un hermano Korioto”, exclamaron en la tribuna.
Me golpeé parte de la cabeza. Me paré y seguí.
Terminó el partido. Nos fuimos para las duchas.
Pregunté varias veces por el marcador. 3-2 ganamos, me respondieron.
Llegué al salón y no sabía dónde me sentaba. Había perdido la memoria.
Se encendieron las alarmas. Le avisaron a mi mamá.
El carro del rector fue una ambulancia improvisada. El coordinador aceleró.
En la clínica estaba mi hermano. No lo reconocí.
Me quería tirar de la silla de ruedas.
De inmediato, una tomografía. Los resultados no mostraron nada malo.
Me hicieron una prueba de drogas. Salió negativa.
Al día siguiente entró el médico a la habitación.
−“¿Qué día es hoy?”, preguntó.
−“Es miércoles y juega Nacional contra Santos por la Supercopa”, respondí.
−“El bendito fútbol te matará”, murmuró. Y ordenó mi salida.
Se trató de una migraña causada por un fuerte golpe en la cabeza.