#En200Palabras:
Seré sincero. En el colegio no era un buen lector. No me gustaba cuando los profesores obligaban a leer ciertos libros sin emocionar primero.
Recuerdo que mejor iba a la videotienda cerca de casa y alquilaba la película en VHS. No era lo mismo, pero mantenía la idea.
También, que mi hermana Silvia me leía textos, en voz alta, para que comprendiera lo que allí estaba.
Bueno, también lo confieso, iniciaba las lecturas y no pasada de la primera página. No me conectaban.
Con el paso del tiempo, comprendí que eso no era malo. Todos tenemos procesos de aprendizaje diferentes. En mi caso, la lectura que predominaba era la audiovisual.
Sin embargo, no hace mucho, “organizando” mi cuarto encontré algunos libros que en mi adolescencia sacaba de la biblioteca de mi hermano Luis y que, por su temática, sí me interesaban.
Todo lo que tuviera que ver con tecnología, ciencia, astronomía y futuro eran mis temáticas favoritas (lo siguen siendo).
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Entre los libros que hallé estaban El significado de la relatividad, de Albert Einstein, y Visado para el futuro, de Luis Miravitlles, entre otros. Muchos de los textos entre las realidades, las imaginaciones, las ciencias, las creencias y los enigmas.