Se trata del momento decisivo de la planificación estratégica situacional, donde se pone a prueba la eficacia del plan. Como lo expresa Carlos Matus, es el instante para observar la riqueza del contenido propositivo construido y el acierto en el análisis estratégico.
Todo se refleja y muestra los errores en la planificación. El momento táctico-operacional consiste en producir una mediación entre el conocimiento y la acción.
Como no es posible calcularlo todo, siempre existirán fallas en las estrategias diseñadas o elementos que no puedan controlarse. Por esa necesidad de encaminar el plan, es cuando aparece la improvisación. Por lo tanto, es inevitable y necesaria.
No debe verse como un error. Suele tratarse como tal y no permitir espacios para la interacción entre la estrategia y las acciones, propias de la investigación tradicional.
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Es natural que, al identificar nuevas dinámicas, los hechos se traduzcan operacionalmente y se vinculen al plan. Es por esta razón que Matus hace referencia a la importancia de la improvisación orientada, la cual permite encauzar el plan.
Es fundamental que esto suceda para ajustarlo a las realidades y enfocarlo a los cambios presentados en el desarrollo de las actividades. Sin embargo, se debe evitar que la improvisación sea constante, que se vuelva habitual. Implementar sin planificar es improvisación pura.
Por lo tanto, y como lo afirma Matus, la mediación entre la estrategia y las acciones consiste en:
Traducir el cúmulo de conocimientos en propuestas de acciones concretas
Es volver a los anteriores momentos (explicativo, normativo y estratégico) e identificar oportunidades.
Encausar la improvisación y direccionarla
Es “completar” el plan y desde un enfoque creativo e imaginativo. Que no sea rígido. La improvisación encausada se ejerce en espacios de autonomía relativa y de libertad.
El reto es evitar que esa improvisación se convierta en la creación e implementación de otro plan. El fin es orientara la planificación inicial.
Asegurar la corrección de las desviaciones
Esto se hace entre la realidad y lo planificado y viceversa. Se trata de la capacidad para corregir los propósitos y los medios seleccionados para la implementación del plan.
Los contextos son dinámicos e indican que, siempre, se debe reanalizar las realidades. Esto exige una permanente corrección del plan.
La estructuración de la agenda del dirigente
En la implementación del plan es fundamental las funciones del líder, de esa persona que toma decisiones y están al frente de los momentos del plan. Por tal razón, se debe conocer qué hace, de qué habla, qué le preocupa al líder y en qué ocupa su tiempo. Es el ejemplo para su equipo de trabajo.
Como lo manifiesta Matus, lo que ocurren siempre es un dominio de las emergencias y no se abordan los temas realmente importantes. Esto conlleva a la improvisación pura y no a la encausada.
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Es así como la planificación tradicional siempre opera a destiempo y no tiene la capacidad de diseñar una planificación preventiva. No obstante, gestionar y encausar la improvisación abre la puerta a otros problemas: salirse de la estructura, de los estilos y el del conocimiento del plan.
También, el directivo tiene el plan en la cabeza y, al implementarlo, se cierra tanto en los temas que desconoce las realidades. Asimismo, la velocidad de la información lleva a enfrentar otros retos. Tanto dato estadístico puede complejizar. Es comprender que los datos son herramientas de apoyo para el análisis y la toma de decisiones.
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